Primer día.
Mañana/ tarde
El agua me desanuda y me envuelve, borra los bordes de algunas cosas y los funde. Une los sonidos de las chicharras con el de las lanchas, transformándolos en un zumbido único que se agolpa en mis oídos. Me meto con los ojos cerrados y nado en dirección a Paraguay o al Chaco, me impulso hacia delante pero todo depende de la corriente. La temperatura del cuerpo disminuye y algunas partes se hacen más concientes que otras, como los oídos, los brazos y las piernas que se mueven sincronizados. Pero abajo, y sobre todo con los ojos cerrados, el conjunto pierde límites y todo es agua y más agua.
Noche
La digestión se hace con una guitarreada y todos cantan. Agüicho y el Gordo sacan unas voces tremendas y se comen la noche. Cuando la reunión termina y me preparo para ir a pescar con Facu, Marila se ríe y me dice que tenga cuidado, porque cuando dos personas van al río de noche se dice que están obligadas a contarse secretos. La verdad es que hablamos poco, de vez en cuando se siente que algo nos hace fuerza hacia el agua, pero son movimientos rápidos, los peces pican la carnada y se van. Las cosas en el Paraná pasan por debajo, Agüicho y el Gordo cantan una canción que dice “Que te quede de mí la ternura como resolana bajo la piel”.
Reunión de hombres.
. “¡Qué hacés corazón!”,Agüicho se acerca y me pega uno de sus abrazos: uno de los brazos rodea toda mi espalda, nos pegamos pecho con pecho y los dos permanecemos así por un ratito, mientras la mano que cruza mis hombros me golpea despacio y casi a la oreja, con su voz grave y un poco de olor a vino de anoche y un poco del perfume de hoy, me dice “buen día” o algo por el estilo. Ese cuerpo a cuerpo que la primera vez que me encontré con Agüicho me sorprendió y me dejó casi sin reacción y ahora respondo con ganas, cruzando su espalda también, sintiendo sus gotitas de transpiración en mi cara, me hace dar cuenta de que con él la confianza no es un paso previo para ese abrazo sino que es al revés.
Me pego a su olor a vino, a su camisa sucia y la envidia de la noche anterior vuelve: su olor y su ropa son como el sonido del acordeón que me llegaba de lejos. El chamamé y el asado eran parte de un encuentro de hombres del cual Marila, Paz y yo quedamos firmemente excluidas. Con los retazos que él me presta voy armando alguna imagen. Lo veo dormido, oliendo a vino más que ahora, con la camisa que se va a volver a poner dentro de unas horas tirada en el piso, y los que quedaron de reunión en el patio, entran de repente a la habitación con acordeón, violín y guitarra y todos cantando. Él se despierta sin entender nada y sin decir nada tampoco, lo único que le sale es la risa. “¡¿Vos sabés que me acosté a las cuatro de la mañana y al rato aquellos locos entraron a cantarme una serenata?!”.
ya te lo dije, pero lo vuelvo a decir, me gusta mucho este texto!
ResponderEliminartendremos que ir a Entre Ríos a leer a Saer, con el Paraná de frente.
un abrazo amiga!
me gustó mucho!
ResponderEliminarlindo ritmo
besos
fran
Gracias muchachos!
ResponderEliminarCarito cuando quieras nos vamos para Entre Ríos... o para donde gustes!